El mundo fútbol y del deporte se tiñe de negro tras la muerte de una leyenda. El holandés volador, el tulipán de oro, el mago, el salvador y el flaco fueron algunos de los apodos que se le pusieron a lo largo de su carrera profesional. Hendrik Johannes Cruijff, más conocido como Johan Cruyff, sufría una fulminante e inesperada parada cardíaca en su domicilio en Barcelona la pasada madrugada.
El mito holandés, de 67 años, ya había tenido ciertos percances cardiovasculares, incluido un bypass que se le instaló en el año 1991 en el centro clínico Sant Jordi de Barcelona. Algo que le obligó, en su momento, a alejarse temporalmente del fútbol y cuidar su corazón. Un corazón que siempre ha estado fraccionado, quizás por igual, quizás no, entre dos ciudades concretas: su Ámsterdam natal y Barcelona.
Su trayectoria fue, sin duda, duradera y fructífera. Jugó en diferentes ligas. Tanto en la holandesa como en la española y la estadounidense. Entre sus triunfos más sonados se encuentran tres balones de oro. Pero son aspectos como las diez temporadas en el Ajax y cinco en el Barcelona o su vuelta a la liga holandesa con el equipo Feyenoord los que respaldan el recorrido de una figura que ha marcado el deporte a través de una filosofía personal basada en la crítica, la constancia y un trabajo en equipo singular. Elementos que para muchos son algo más que simples referencias.
El tulipán de oro demostró durante su vida su gran amor por las actividades deportivas en cada uno de sus actos, eventos y diálogos. Deja tras sí un legado que no solo se relaciona con su desarrollo profesional sino también con el moral y con el bien dirigido al prójimo. Johan Cruyff es el precursor de la fundación que lleva su mismo nombre, Johan Cruyff Fundation. Una corporación que creó para ayudar a niños con discapacidades y, también, ofrecer programas académicos con actividades deportivas en España, Países Bajos y México. Todo ello con el fin de profesionalizar algo que fue tan importante para él, el deporte.
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